Empezando por el final me gustaría concluir que una asesoría financiera refleja, ante todo, una decisión consciente y sostenida de ponerle atención a las finanzas personales. Es decir, la disposición de obtener asesoría financiera implica un reconocimiento y un compromiso por hacer las cosas mejor y darle la importancia que merece el manejo de las finanzas personales. En este sentido, me gusta pensar que una persona busca asesoría financiera cuando se ha convencido de que desea mejorar sus finanzas y necesita de una ayuda experta y confiable para lograrlo, lo cual no es muy distinto a hacer un cambio a una dieta saludable, empezar un plan de ejercicio físico, o iniciarse en la práctica de meditación.
Claramente una asesoría financiera, o en este sentido cualquiera de los ejemplos que he utilizado, podría comenzar por una evaluación del estado actual y una definición de los objetivos que se quieren alcanzar. Eso sería lo ideal. Sin embargo, no por ello debemos descartar la posibilidad de empezar por algo mucho más específico, por ejemplo: quisiera saber si estoy ahorrando lo suficiente para mi retiro, o pienso que estoy pagando mucho en intereses, o me preocupa perder mi ingreso si sufro una discapacidad. Cualquier necesidad, por específica que sea, puede servir como un primer paso en una relación de asesoría financiera.
Obviamente, todo en nuestras vidas está de alguna manera interrelacionado y las finanzas personales no son una excepción. Lo que se gana se relaciona con lo que se gasta y lo que se gasta con lo que se ahorra, lo que se ahorra con lo que se invierte, y lo que se gasta e invierte con lo que se financia, y así sucesivamente. Es por ello por lo que, si bien la conversación puede comenzar en algo muy específico, es común que rápidamente se busque enmarcar dentro de un contexto más amplio para encontrar una solución más idónea y duradera.
Bien sea intentando encarar una evaluación amplia u ordenando las preocupaciones de mayor a menor y atacándolas una a la vez, la importancia de entender el contexto y llegar a acuerdos para los grandes objetivos son de mucha utilidad para reducir el rango de posibilidades y para asegurarse que exista alineación entre las soluciones recomendadas.
Finalmente, la labor de asesoría financiera, para ser óptima, requiere de recurrencia. Las necesidades cambian, el mercado cambia y los productos disponibles cambian. Si bien es bueno revisar la situación financiera de vez en cuando, resulta mejor revisarla periódicamente, digamos de forma anual, no vaya a ser que algo que se hizo en el pasado requiera ser revisado y modificado.
La recurrencia requiere de un compromiso por parte del cliente y del asesor para seguir trabajando juntos de forma tal que la información siga fluyendo y la condición financiera se mantenga en un nivel óptimo. Por ello decíamos que, si bien no importa por dónde haya empezado la asesoría financiera, es buena idea que sea una decisión consciente y sostenida a lo largo del tiempo.